lunes, 10 de septiembre de 2012


¿está el alma en los ojos? mirada, autorreferencia e ilusión del yo


Detallo a continuacion una informacion de Live Science, de la cual Pijamasurf, confecciono una interesante nota, y que se detalla mas abajo, igualmente considere importante aclarar a modo de aporte, que de acuerdo a investigaciones realizadas por diversos entendidos en el tema, la forma de mirar (no el color de ojos ni su forma) se transmite de encarnacion a encarnacion, y nunca cambia, a pesar de que el espiritu llegue nuevamente a este plano con un fisico y una identidad totalmente distintas. De alguna manera esto refleja que el espiritu se reconoce a traves de la mirada, porque precisamente el mismo se encuentra ubicado en los senos frontales tambien conocido por el chakra frontal (en el entrecejo) ......., aunque en el momento de la desencarnacion fisica, deja el cuerpo a traves del chakra corona (centro de la cabeza)............Alena

"¿Es cierta la conocida frase de que “el alma reside en los ojos”? ¿Es la mirada ese lenguaje personal que expresa nuestro yo más íntimo, nuestra subjetividad más propia?

La capacidad racional del ser humano, la posibilidad que tenemos para el llamado pensamiento complejo, se encuentra en el origen de la transnaturalización: la diferencia tajante entre el mundo natural y el mundo humano, entre el animal y el hombre. Una escisión traumática que intentamos subsanar o reprimir, paradójicamente, con este mismo recurso que nos separó definitivamente de ese jardín edénico.
Dentro de estos, mención especial merece la noción de alma, de espíritu, de yo: ese núcleo personalísimo que creemos irrepetible y que ha tenido nombres tan distintos a lo largo de la historia según se le considere bajo una perspectiva religiosa, filosófica, psicológica, estrictamente racional o según los descubrimientos de la neurociencia contemporánea.
Sin embargo, pese a todos estos cambios de nombre y de paradigma, la mayoría de nosotros sigue creyendo en la existencia del alma —y, además, como asegura la consabida frase, que la mirada es la ventana de esta.
Prueba de ello es un experimento llevado a cabo por psicólogos de la Universidad de Yale en el que los participantes intuyeron que si en algún lugar de su cuerpo era posible constatar la existencia del yo, del alma, este sería cerca de los ojos o en su interior mismo.
En los experimentos, los investigadores mostraron personajes de caricatura a los participantes, con un pequeño objeto (una mosca, un copo de nieve, etc.) cerca de alguna parte de su cuerpo (el rostro, los pies, etc.). La idea era que esos pequeños objetos simularan ser el alma de los personajes, solo que quien lo interpretara así debía hacerlo en función de la parte del cuerpo más cercana: ¿qué parece más coherente? ¿que el alma resida en los pies o en el torso? 
Casi todos los participantes —que iban de niños de 4 años a adultos— identificaron el lugar del alma con una zona cercana a los ojos del personaje de caricatura, sin importar lo fantasioso que fuera este.
Para Christina Starmans, la investigadora responsable del estudio, parece ser que es “es una intuición compartida universalmente”. Starmans y sus colegas se adelantan además a quienes podrían argüir que esta se trata de una noción culturalmente adquirida, una idea que reproducimos involuntariamente por tenerla sumamente interiorizada:
La naturaleza indirecta de nuestro método y el hecho de que estos juicios sean compartidos por adultos y prescolares, sugiere que nuestros resultados no reflejan un entendimiento culturalmente aprendido […], pero, en cambio, tal vez se encuentre enraizado en un sentido más intuitivo o fenomenológico de dónde residimos en nuestro cuerpo.
Y si bien estas conclusiones podrían ser disputadas —como de hecho lo han sido— al menos son estimulantes para pensar un poco en este que es uno de los pocos rasgos que podríamos llamar verdaderamente humanos.
En efecto: si existe algo que sea netamente nuestro, a un tiempo característico de nuestra especie y expresión individual, ¿qué mejor que pensar en la mirada? La mirada como una especie de “lenguaje personal” (a la manera de Wittgenstein) que una persona utiliza a partir de su esencia misma: de esa colección de vivencias, aprendizajes, recuerdos, aspiraciones y pensamientos que se agolpan y se atropellan en la expresión que dirigimos por medio de nuestros ojos: de amor, de miedo, de reprobación, de aliento, de impotencia, de gozo, de tristeza. Y, además, a diferencia de lo que planteaba el filósofo austriaco, un lenguaje que aunque emana de una fuente profundamente subjetiva, encuentra comprensión en el otro, en alguien que lo entiende y sinestéticamente lo “escucha”, lo descifra y lo vuelve asequible.
Es posible, como aventura el célebre Douglas R. Hofstadter, que el alma, el yo, la identidad, solo sean un asunto de autorreferencia, una ficción creada por la capacidad que tiene nuestro cerebro de pensarse a sí mismo. Pero, aun si esto es cierto, si es una mentira en un mundo que de por sí es posible que sea una suma de ilusiones, es también uno de los pocos asideros en el que podemos confiar nuestro germen de humanidad, la razón que justificaría encarar la realidad con estricta joie de vivre."
La Sagrada Familia con el  niño San Juan el Bautista, Caravaggio (Óleo sobre tela, Detalle)

pijamasurf





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