jueves, 3 de octubre de 2013

Porque no recordamos lo que fuimos en otra vida?

Son varias las respuestas inmediatas que se pueden dar, por ejemplo, ¿Cómo voy a recordar cosas
que yo no hice sino que fue otra personalidad? o, si no recordamos muchas cosas que han ocurrido
no hace mucho tiempo y menos aún las de la infancia ¿Cómo vamos a recordar lo que hicimos
hace más de mil años? Pero hay hechos curiosos que demuestran que hemos vivido en otras
épocas. Uno de ellos fue el caso de un mendigo muy mayor que en un momento de delirium
habló una lengua que desconocía; otro fue una niña que, yendo con sus padres se fijó en
otro hombre y dijo que era su padre (se comprobó que esa niña había muerto como niña no
hacía muchos años siendo su padre el que ella decía) En estos casos los niños renacen
utilizando sus anteriores cuerpos de deseos y mental y por eso tienen más fácil recordar.
Otro caso sería el de una persona puesta en trance que también habló un idioma antiguo
de los países del Este. Sin embargo, hay un hecho en el cual no muchas personas se
ponen a pensar y es que, como ya dijimos, renacemos con una serie de habilidades (como
muchos genios lo han demostrado a través de la historia) que, aunque no recordamos
cuando las adquirimos, lo cierto es que están ahí y no son de la vida presente.
Tenemos varias clases de memoria, la memoria normal a la que tenemos acceso y la
memoria subconsciente donde están guardados muchos hechos y pensamientos que
creamos, que nos vienen o que captamos por afinidad, y todo lo que se va grabando en
el átomo-simiente en forma de película. Estas dos clases de memoria (consciente y
subconsciente) están relacionadas con las experiencias de esta misma vida. Pero hay
una tercera memoria llamada supra-conciencia que es donde están guardadas todas las
facultades y conocimientos adquiridos en las vidas anteriores. Esta supra-conciencia
está en los mundos del Espíritu y a veces se manifiesta en forma de intuición, conciencia,
carácter interno que se muestra en los pensamientos, e incluso como aliciente o impulso
del Espíritu para actuar en determinada línea.
En realidad y aunque no recordemos el pasado, todo está
guardado, es más, en muchas ocasiones
nos vienen hechos a la cabeza que no reconocemos o tenemos vislumbres de otras cosas
que, aún sin saber de dónde proceden, sabemos que es algo relacionado con nosotros.
Lo mismo que en un momento dado no recordamos algo de nuestra propia vida y en otro
momento de relajación mental o sensibilidad cerebral si lo hacemos, también ocurre que
las personas que son muy mayores y han llevado una vida pura pueden percibir hechos de otras
vidas en esos mundos espirituales. No olvidemos que el Yo ha estado presente en todas esas
vidas y esa memoria del pasado está a su alcance, el problema es que no puede hacernos
conscientes, entre otras cosas porque nuestros vehículos no son los mismos ni pueden
responder a tan altas vibraciones. Es decir, si no estamos lo suficientemente
desarrollados como para ver los mundos invisibles. ¿Cómo vamos a estarlo para percibir
lo que hay en el propio Mundo del Espíritu? Solo cuando a través del renacimiento
hayamos purificado o elevado nuestros cuerpos estaremos preparados para recibir las
impresiones que el Espíritu nos pueda enviar.
Por otro lado, las neuronas y moléculas cerebrales están relacionadas con la memoria
consciente de los hechos que nos rodean y con la conexión de la personalidad (yo inferior)
con el Ego; ni existían antes de nacer ni existirán una vez que se desintegre el cuerpo.
La memoria está íntimamente unida al hombre pero el eslabón que une la memoria o el
cerebro de una vida con otra es el Yo superior, el pensador que conecta con la personalidad
para informarla e iluminarla. Como consecuencia, se entiende que si no se eleva la personalidad
hacia su verdadero Yo, no puede haber conexiones entre las memorias de las diferentes
vidas. El día que la propia purificación del hombre elimine las barreras, existentes entre
el yo inferior y el superior, ya no habrá separación entre las memorias. Mientras tanto y
sabiendo que el cerebro de hoy no es el que utilizarán las otras personalidades en el futuro,
tendremos que conformarnos con trabajar para el desarrollo espiritual hasta que comencemos
a percibir en nuestra conciencia algún vislumbre de las vidas pasadas como efecto de
nuestro propio esfuerzo y desarrollo. La razón, el discernimiento, la memoria, las ideas
elevadas, la intuición y la voluntad son aspectos del rayo que el Ego envía al cerebro y
que, haciendo vibrar las moléculas de las celdas nerviosas, se modifican según su
capacidad de transmisión y sus condiciones físicas.
De cualquier forma y aunque se quieran dar muchas explicaciones o se quieran poner
muchos ejemplos como el de un campesino que sin estudiar y sin haber viajado hablaba
hebreo cuando estaba sonámbulo, de nada servirá ante el incrédulo y materialista.
¿Es que por el hecho de no recordar lo que hicimos en los primeros meses o años de
nuestra vida no los vivimos? Si los escépticos materialistas no creen ni en la existencia
del Alma ni en la de los otros mundos ¿Cómo van a creer que nosotros, después de
pasar por el Purgatorio y el Cielo, eliminamos la memoria de la vida pasada y
solo recogemos la esencia de las experiencias?
Claro que más de una persona irá más lejos y se preguntará que por qué tenemos que
sufrir por algo que “presuntamente” hicimos. Lo cierto es que las Leyes de Dios son
sabias y actúan como tal porque si recordáramos lo que hicimos hace, por ejemplo,
ocho o diez vidas, y las cosas que hicimos entonces, no nos beneficiaría nada como
tampoco lo haría saber que determinadas personas de nuestro entorno nos hicieron
otras que no nos gustaría saber. No recordaremos las vidas pasadas hasta que no
estemos en un grado tal de desarrollo espiritual que no nos pueda afectar por muy
duras que sean las imágenes de lo que hicimos o fuimos. Esas deudas del pasado se
van liquidando poco a poco como karma maduro y es preferible ser ignorantes de
ellas, es más, si supiéramos cuáles fueron nuestras horribles actuaciones sabríamos
cuando las deberíamos pagar y, al ver el castigo que nos viene encima, nos hundiríamos
y no seríamos capaces de hacerlas frente.
Si no recordamos ni conocemos lo que ocurrió en el pasado tampoco podemos saber lo
que queda por venir, es decir, no sabemos lo que hemos aprendido en el pasado ni tampoco
lo que nos queda por aprender en los futuros renacimientos. Sin embargo, si tenemos
un medio en que basarnos para actuar en el futuro pensando a su vez en el pasado y así
intuir lo que hemos podido hacer, éste es la conciencia. La conciencia, la Voz del
Espíritu nos advierte para que no cometamos errores en el futuro, nos aconseja a la hora
de tomar decisiones, nos amonesta cuando hemos hecho algo malo, etc., y todo
basándose en lo que este Espíritu sabe que hemos hecho en el pasado. Cuando una
persona conecta con un verdadero Maestro o Hermanos Mayor y lleva a cabo los
ejercicios encomendados por ellos, despertará la clarividencia y el poder de salir
conscientemente del cuerpo físico para leer en el éter reflector solo, aproximadamente,
hasta la vida anterior. Pues bien, a partir de ahí se puede preparar para leer en la
“Memoria de la Naturaleza” que se encuentra en la
región arquetípica del Mundo del Pensamiento.


Fuente: http://ekramesh.multiply.com/journal/item/2056

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